1.3. Métodos para dibujar
Carboncillo
Es un medio de dibujo muy antiguo y popular que se obtiene quemando diversos tipos de madera blanda como las de sauce, abedul, parra, etc., en recipientes cerrados y a temperaturas muy elevadas. De esta manera se consigue carbonizar la madera y crear un material de color negro intenso, muy frágil, que se adhiere relativamente al papel, lo que le hace ser un medio interesante para abocetar, dado que las líneas trazadas pueden suprimirse con facilidad con un paño de algodón, quedando solamente una velada huellas, muy adecuada para el encaje del dibujo.
El carboncillo, tan fácil de eliminar en principio, puede hacerse más consistente y autofijativo sobre el papel si previamente se empapa en aceite de linaza durante 24 horas, posteriormente se le deja escurrir y se utiliza rápidamente para evitar que se seque y pierda esas cualidades.
Sanguina
Es otro de los medios considerado clásico del dibujo. Su utilización se remonta a los egipcios que lo empleaban para realizar bocetos de diferentes motivos para sus tumbas y templos. Sin embargo, fue Leonardo da Vinci, a principios del siglo XVI quien lo compuso como un medio importante dentro del dibujo.
Su estructura está compuesta por arcilla y óxido férrico que le confiere un característico color rojizo. Dependiendo del grado de cocción y de los porcentajes de arcilla que contenga, su color puede variar ostensiblemente, con tonos que van desde el rojo inglés hasta el marrón oscuro. Por tanto, el color sanguina no existe como tal, aunque se denomina así a toda esta gama rojiza.
Este medio se puede encontrar en el mercado en diversas gradaciones y formatos: tizas, lápices o minas.
Lápiz de grafito
En la Edad Media se empezaron a utilizar para escribir varillas elaboradas con metales como la plata, el plomo y el estaño, con las que se conseguían unos trazos muy finos.
Los primeros lápices se fabricaron a mediados del siglo XVI, en el condado de Cumberland (Gran Bretaña), con grafito de los bosques de Dorrowdale. Los bloques de este material se cortaban en varillas y se colocaban entre pequeñas láminas cuadrangulares de madera.
La difusión del lápiz como instrumento básico para la escritura y el dibujo artístico comenzó en el año 1764 cuando Gaspar Faber puso las bases de la actual Faber Castell en Stein (Alemania).
A finales del siglo XVIII el francés Nicolás Conté y el austriaco Joseph Hardmuth de Budweis descubrieron que después de mezclar grafito con arcilla se podían realizar varillas que, al ser horneadas a temperaturas elevadas, adquirían gran resistencia.
Este proceso permitió importantes mejoras en la producción como, por ejemplo, proporcionar diversos grados de dureza a las minas para dar solución a los diferentes tipos de trabajos.
Las minas actuales se fabrican a base de grafito mezclado con arcilla, grasa y ceras. Hay que tener presente que el trazo realizado con este medio sólo se adhiere a soportes cuya superficie sea porosa, como papel, cartón, etc., y que esta adherencia es mayor o menor según sea la dureza de la mina de grafito empleada, que a su vez está determinada por la proporción de grafito o de arcilla: la mayor cantidad de grafito hace más blanda a la mina, y al contrario.
La designación del grado de dureza viene dada por las letras en inglés H = hard, B = black, junto con números, siendo éstos los que marcan el grado de dureza, por ejemplo un lápiz de 6B es un lápiz de mina blanda.
El lápiz de grafito más habitual es el modelo estándar de 17.5 cm de longitud con cubierta de madera de forma hexagonal, mina redonda y de 2 mm de diámetro.
También hay fabricantes que ofrecen minas de diversas durezas cuya gama de grosor va de 0.3 mm a 2 mm para portaminas; otros elaboran no sólo minas más gruesas en lápices de cubierta redonda de madera que pueden llegar a tener hasta 5.7 mm de diámetro, e incluso minas de sección rectangular (lápiz de carpintero), sino también crayones de grafito de sección redonda o hexagonal de hasta 12 mm de diámetro.
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